Conferencia de Directores y Decanos de Ingeniería Informática

Entrevista de Público a Rosa María Aguilar, doctora en informática, catedrática de ingeniería de sistemas y rectora de La Laguna

Rosa María Aguilar, rectora Universidad de La Laguna

La doctora en Informática Rosa María Aguilar (La Gomera, 1970) es desde hace un año la rectora de la Universidad de La Laguna. Catedrática de Ingeniería de Sistemas y Automática, sus líneas de trabajo se habían centrado hasta entonces en las energías renovables, en el trastorno del espectro autista y en el turismo, que se ha visto gravemente afectado por la pandemia del coronavirus.

Por ello, plantea un cambio de modelo del sector turístico en Hoy es el futuro, la serie de entrevistas sobre la España que viene, donde defiende enconadamente la educación pública como vehículo de justicia social. También reflexiona sobre la enseñanza a distancia y otros retos educativos, así como sobre el techo de cristal que deben quebrar las mujeres, aunque la rectora canaria cree no es de vidrio sino de hormigón. Toma el testigo Leopoldo Abadía con su receta para acabar con la corrupción.

Usted sostiene que la crisis sanitaria y económica reflejan que en España el Estado sigue siendo fuerte.

Exactamente. El viernes 13 de marzo salimos de una Universidad de la Laguna 95% presencial y, tras la entrada en vigor del estado de alarma, el lunes ya era 100% a distancia. Hubo un gran despliegue tecnológico durante el fin de semana para que el personal de administración y servicios, con la ayuda de unos tutoriales, pudiese trabajar desde casa.

Nos preparamos para afrontar una crisis económica importante y queríamos seguir atendiendo tanto a los proveedores como a los alumnos, lo que implicó un gran avance en automatización. Esto, en cuanto a la gestión, aunque sucedió lo mismo respecto a la docencia.

Esta pasó a ser inmediatamente online pese a la alta media de edad alta del profesorado, lo que supuso un trabajo tecnológico sin precedentes para, entre otros muchos aspectos, poder dar clase por videoconferencia. Fue un reto, porque la Universidad no podía pararse, aunque algunos investigadores siguieron acudiendo a los laboratorios cuando fue posible.

¿Por qué digo que nuestro Estado es fuerte? Porque ante un reto inédito, la educación superior pública supo responder de una manera excepcional, tanto en la enseñanza como en la evaluación online. Y esa respuesta fue gracias a la unidad y a la alianza entre todas las universidades, es decir, de la Conferencia de Rectores (CRUE). Lo que demuestra, insisto, que tenemos una estructura importante y un personal excepcional, que no solo trabaja sino que también cree en lo público.

Orgullosa de ser funcionaria, o sea, de servir a la ciudadanía.

Sí. Mi propio origen evidencia que los servicios públicos son fundamentales en la sociedad. Mi madre apenas sabía leer y escribir. Sin embargo, estudié gracias a la educación pública y a las becas, de manera que actualmente soy una de las cinco catedráticas de Ingeniería de Sistemas de este país. Sin lo público, sería impensable.

También lo estamos viendo en la sanidad pública, porque sabemos que si enfermamos nos van a poder atender, como hemos comprobado durante la emergencia sanitaria. De ahí la calidad de vida excepcional que hay en España. Por lo tanto, trabajar por esos derechos y mantener el nivel de la educación y la sanidad públicas es todo un orgullo.

Hace un año fue elegida rectora. La segunda en la historia de su Universidad y una de las pocas en el país: nueve de cincuenta. Sin embargo, todos sus profesores fueron hombres y usted llegó a ser la única alumna de la clase…

Cuando estudiaba Ingeniería Informática, me trataban de distinta manera. Había cierto paternalismo, que se reflejaba en detalles como que no te sacasen a la pizarra, con la intención de protegerte.

Luego también lo he vivido como profesora, porque la Ingeniería de Sistemas y Automática es un mundo muy masculino donde no eres una más, sino alguien diferente. Yo me comparo con el pez Nemo, al que le cuesta nadar porque tiene una aleta más pequeña. Así siempre me he sentido yo en mi entorno: «Quiero ser igual que todos, pero debido a las circunstancias no puedo serlo».

La aleta de género. En todo caso, si hay un techo de cristal en la Universidad, usted lo ha roto.

Sí y no. De cara a la sociedad, soy la rectora de la Universidad de La Laguna y una de las cinco mujeres entre los 98 catedráticos de Ingeniería de Sistemas en España. Sin embargo, sigo sintiendo que hay cosas que no puedo hacer por ser mujer. Hay entornos donde no se me pregunta… Siendo la investigadora principal de algunos proyectos, algunos compañeros me aconsejan que no vaya sola a defender nuestros resultados…

Ojo, eso me lo dicen personas que me aprecian, pero que al mismo tiempo consideran que por las circunstancias no tengo todas las herramientas para resolver los problemas con los que nos encontramos.

Por eso el símil con el protagonista de la película Buscando a Nemo, cuyo padre lo sobreprotegía y no le permitía nadar, pese a que lo quería más que a nadie en el mundo.

Antes, La Laguna ya había tenido otra rectora y la aspirante a la que se enfrentó también era una mujer. Sin embargo, no se ha sentido valorada y critica que se le atribuya su cargo a una cuestión de suerte. ¿Debe hacer más méritos y, aun así, se encuentra con esas reacciones?

Exactamente. Aunque hagas méritos, no te los atribuyen. O sea, no serían de la rectora, sino del equipo. En un año de mandato, ya ha surgido un hombre fuerte que gobierna la casa, porque la rectora es una mujer y no debe de hacerlo bien… Además de serlo, tengo que parecerlo. Debo gobernar y parecer que gobierno. Hasta el punto de que no me puedo permitir el lujo de contar con asesores para demostrar que soy yo quien toma las decisiones. En fin, como mujer estoy continuamente demostrando lo que en un hombre se da por hecho.

Antes hablábamos de que en alguna asignatura era la única mujer y todos los profesores eran hombres. ¿Cómo ha cambiado la situación? ¿Ve una Universidad de mujeres en el futuro, al igual que podría suceder en otros sectores antes acotados a ellos?

No lo veo así. Es decir, no me imagino una universidad copada por nosotras. Que nos presentásemos tres candidatas a rectora es una ilusión. Da la impresión de que estamos rompiendo ese techo de cristal, pero en realidad es un techo de hormigón, por lo que es muy difícil atravesarlo.

Yo doy clase en Ingeniería y hay muy pocas alumnas, cuya autoestima sigue siendo muy baja. Como nos han repetido tantas veces que somos cuidadoras, no ingenieras, pues nos terminamos creyendo que no somos capaces de hacerlo. Del mismo modo que sigo observando, todavía hoy, que sus propios compañeros de clase les responden de forma diferente que a los hombres.

Sigue habiendo condescendencia, ¿no?

Exactamente. Les ayudan a hacer las tareas, pero no se las explican ni las ponen ante los retos. Siguen siendo paternalistas, tal y como me ocurría a mí. Es una cuestión cultural que hay que romper de una vez.

Le preguntaba antes cómo había cambiado la situación, pero ya me acaba de responder…

Bueno… [risas]

Vamos, que no observa tantos cambios…

Evidentemente, estamos avanzando, pero yo aporto mi visión. Sí, las tres candidatas a rector éramos mujeres. Desde el puesto, intentamos cambiar las cosas. No obstante, el hecho de que la rectora sea una mujer acarrea muchos problemas, porque hay gente que no te considera, cuando yo tengo que defender mi Universidad como si fuese un hombre. Pero no me van a dar la posibilidad por ser mujer…

¿Hemos avanzado, aunque más o menos todo sigue igual? ¿También entre el alumnado?

¿En las aulas? Vamos… El año pasado, cuando daba clase, me sentaba con mis alumnas y les decía: «Entre tú yo sacaremos esto adelante sin preguntarles a ellos». Yo era la profesora, pero me dirigía a ellas así: «Nosotras solas lo vamos a conseguir». En muchos casos, eran mejores que ellos. Sin embargo, creo que se debe a una falta de confianza en nosotras mismas, porque el mundo está empeñado en decirnos que no somos capaces de hacerlo.

Conclusión: los referentes femeninos son necesarios. Y usted es un ejemplo.

Son fundamentales. En un mundo de hombres, yo siempre me he sentido la rara. Si tú tienes un destornillador en la mano y no ves a ninguna otra mujer sujetando una herramienta, terminas pensando: «La rarita debo de ser yo». Otras pueden plantearse: «Quizás no esté haciendo lo correcto. A lo mejor el mundo tiene razón y yo no tengo habilidades para usar un destornillador». En todo caso, a mí era lo que me había gustado siempre, por lo que tiré hacia delante y vi que lo hacía bien. Con lo cual…

La cuarentena ha puesto en evidencia no solo la carencia de medios a disposición de los centros y los docentes, sino también del alumnado. Por ejemplo, el acceso a las nuevas tecnologías en función de los hogares. Demasiadas, por utilizar un eufemismo, asimetrías…

Evidentemente. Nosotros teníamos alumnos que usaban el wifi de la Universidad para trabajar, porque no disponían de conexión a internet en su hogar. La cuarentena reflejó que «somos lo que tenemos en casa», porque la sociabilización es lo que nos permite compartir, coordinarnos y aprender. En ese sentido, el confinamiento demostró que no somos todos iguales, pero que precisamente la educación y los servicios públicos son los que nos hacen iguales. De ahí el problema cuando desaparecen…

Por otra parte, la pandemia también constató la necesidad de investigar. Hay que financiar la investigación, porque cayó en el olvido y cada vez tenemos menos presupuesto. De hecho, una mayor inversión nos habría permitido responder con más rapidez al coronavirus.

¿Certezas e incertidumbres de la educación universitaria a distancia?

La educación superior debe seguir siendo presencial, porque tiene un valor excepcional. No solo transmitimos conocimiento —porque no hay un buen profesional si no hay una buena persona detrás—, sino también valores de igualdad, de sostenibilidad, de cultura de la paz o de justicia social, porque todos somos iguales.

Eso solo se puede entrenar cuando nos relacionamos. Por lo tanto, la presencialidad es fundamental para formar a los mejores profesionales del futuro.

La Laguna ha retrasado el comienzo del curso hasta principios de octubre. Cada Universidad tendrá autonomía y decidirá cómo impartir las clases, combinando la educación presencial y a distancia. En su caso, dependería de cada Facultad, de sus instalaciones y del número de alumnos.

Seguimos las instrucciones del Ministerio, que considera que deberían ser presenciales todas las actividades docentes posibles, cumpliendo las normas de seguridad. En La Laguna estamos haciendo un inventario de los espacios disponibles para que sea así.

Un obstáculo a corto plazo, que se extendería de la Universidad a la ESO, pasando por el Bachillerato: la falta de profesorado.

La falta de profesorado es uno de los problemas actuales. Por eso resulta complicado resolverlo dividiendo los grupos, es decir, haciéndolos más pequeños. Debemos conseguir espacios más grandes e incrementar el aforo de las aulas. ¿Cómo? A través de la tecnología: haciendo streamings de las clases presenciales, podría haber alumnos tanto en las aulas como en sus casas recibiendo la misma formación.

Presentó en octubre un plan de gobierno para la Universidad con trescientas medidas a desarrollar en cuatro años. Entre los problemas, el relevo generacional y la falta de de presupuesto. ¿Ha trastocado la pandemia el análisis y las conclusiones?

Lo ha trastocado todo, porque hemos pasado a actuar sobre lo urgente y hemos dejado de lado lo importante.

¿Y lo importante sería…?

Los tres grandes problemas de la Universidad de La Laguna: el profesorado, la infraestructura y la gestión. El poco dinero del que disponíamos se ha destinado a otras prioridades, como el desarrollo tecnológico o el cierre de la brecha digital de los estudiantes.

¿Mermará la educación a distancia el prestigio de algunas universidades? ¿O contribuirá a equilibrar su nivel y consideración?

Va a ayudar a incrementar el nivel porque tendremos mayor visibilidad. Llevándolo a mi terreno, también aumentará el de La Laguna, porque hemos sabido responder a las necesidades.

Además, es importante tener en cuenta que las universidades públicas no solo imparten docencia. Nuestros profesores son investigadores y ellos son los que nos dan la calidad, porque enseñan a pensar, así como a aprender a aprender. Actualmente no sirve de nada dar la solución a los problemas porque estos cambian de hoy para mañana.

Sus líneas de trabajo se centraban en las energías renovables, en el turismo y en el trastorno del espectro autista. Los dos primeros sectores han sido objeto de debate por la excesiva dependencia del turismo y por la necesidad de transformar el modelo económico. Lo que conllevaría potenciar la I+D+i y volver a producir en nuestro país.

Tenemos que cambiar nuestros modos y costumbres si queremos vivir en un planeta sostenible. Eso pasa por las energías renovables, pero sobre todo por nuestra forma de producir. Tenemos que apostar por la industria o el turismo 4.0. O sea, en vez de un turismo de masas, debemos generar productos bajo demanda.

Y quien habla de turismo habla de fábricas de coches. Hay que producir lo que el cliente demanda, aunque debemos echar mano de la ciencia y de la tecnología para que ese proceso sea sostenible.

¿Cómo ve la Universidad en el futuro? O, si lo prefiere, ¿cómo ve la Universidad del futuro?

Es la herramienta con la que podremos cambiar nuestros modos y costumbres. El futuro nos presenta retos muy dinámicos —pues cambian mucho— y lo único que nos va a permitir resolverlos es tener creatividad —lo que implica entornos heterogéneos, con hombres y mujeres— y una capacidad de abstracción que permita encontrar nuevas soluciones a los problemas. Para ello, la educación superior es trascendental, pues no solo te da herramientas para el momento actual, sino que te enseña a aprender a aprender.

Fuente: Público