“Utilizo ChatGPT prácticamente todos los días”, cuenta Javier Cardama, estudiante de un doctorado de Ciencias de la Computación que usa la Inteligencia Artificial Generativa (IAG) desde su lanzamiento en noviembre del año pasado. Le ayuda a redactar textos, resumir artículos, escribir correos electrónicos y, sobre todo, a programar.
A golpe de clic, aparecen en su ordenador las instrucciones para crear una aplicación gráfica. “Ya veis cómo ha creado un esquema de código bastante grande. Ha tardado cinco segundos, lo que a mí me habría costado una hora o más”. Pero no es una varita mágica. El conocimiento de este investigador universitario es fundamental para conseguir un buen resultado: sabe lo que preguntar y tiene capacidad para valorar si la respuesta es correcta o no.
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