Conferencia de Directores y Decanos de Ingeniería Informática

Esto es lo que pasa cuando hay un espía en casa

Los altavoces inteligentes escuchan nuestras conversaciones «para mejorar su funcionamiento» y los expertos recomiendan tomar precauciones.

“Evite tener conversaciones de trabajo confidenciales cerca de asistentes domésticos digitales o parlantes inteligentes (por ejemplo, Alexa o Google Home), ya que estos pueden grabar lo que dice y compartirlo con su empresa matriz”. De esta manera, el Gobierno irlandés ha alertado a sus políticos y trabajadores del peligro que corre su privacidad si deciden dejar entrar en sus hogares un objeto tan usual como un altavoz inteligente.

La tecnología con frecuencia inspira ambivalencia. “Sabemos que el negocio de algunas empresas multinacionales está en nuestros datos, pero aceptamos cualquier política de privacidad sin ni siquiera leerla con tal de beneficiarnos de un servicio”, arranca Jordi Serra, profesor de Informática en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) e investigador en ciberseguridad. Y añade: “Lo mismo ocurre con nuestra comodidad. Si preferimos el privilegio de que nos enciendan las luces en vez de hacerlo nosotros mismos, debemos asumir que invadan parte de nuestra intimidad”.

Los altavoces inteligentes son una presencia cotidiana en muchos hogares. Aparecen como una herramienta que facilita nuestras vidas. Se comercializan a modo de asistente personal que, cautivado por nuestra voz, acata todo aquello que le ordenamos: reproduce nuestra música favorita, hace la compra por internet, canta las últimas noticias o sube la persiana a la hora de despertarse. Amazon tiene su Alexa y su Echo; Google, su Home; Apple, su HomePot, y así una larga lista de un mercado que no para de crecer y aspira a contar con 8.000 millones de dispositivos repartidos por nuestros hogares el año que viene. El comunicado oficial que recibían los políticos irlandeses, al que accedió el diario Business Post, reabre el debate sobre el lado oscuro de estos aparatos.

Accede al artículo completo de Gerard Guerrero en La Vanguardia