EL PAPEL DE LAS BACTERIAS. El coronavirus debilita las defensas, y crea el escenario propicio para que las bacterias provoquen una infección secundaria. Causan la mitad de las muertes. Y son cada vez más resistentes a los antibióticos con los que se tratan actualmente.
La lucha contra el virus no puede dejar de lado a las bacterias. «El mundo es en los últimos meses una marioneta dirigida por un microbio invisible. Pero las bacterias son actrices secundarias que marcar un final decisivo en el desarrollo de la película». Lo advierte César de la Fuente Núñez, biotecnólogo que comenzó su actividad investigadora en la Universidad de León y está en el desarrollo científico puntero a nivel mundial, con continuos reconocimientos a la excelencia entre los jóvenes investigadores. Catedrático ahora de la Universidad de Pensilvania, ha creado su propio laboratorio en los departamentos de Microbiología y Psiquiatría de la Escuela de Medicina. Todo con poco más de 30 años.
«No hay que olvidar a las bacterias, que cumplen un rol secundario en la pandemia actual. El virus debilita nuestras defensas, y crea el terreno fértil para que las bacterias provoquen una infección secundaria. Muchas de ellas son además a estas alturas resistentes a los antibióticos, así que, según se está demostrando en las ciudades chinas que primero padecieron la pandemia, la mitad de los pacientes mueren por estas infecciones secundarias». El científico considera que la crisis sanitaria actual hará que «salgamos fortalecidos y mejor preparados para afrontar nuevos episodios de este tipo, y futuras crisis de salud global».
Mientras, en su departamento se encuentran trabajando sin descanso, como en todos los centros de investigación del mundo, para desarrollar nuevas terapias potenciales. La suya se basa en moléculas desarrolladas en laboratorio para que sean capaces de neutralizar el virus sin ser tóxicas. Son pequeñas proteínas que actúan contra las bacterias, y se está probando si tienen también actividad antiviral. A la vez, avanzan en el desarrollo de antibióticos contra las bacterias superresistentes.
A la espera de comprobar los plazos de desarrollo de este proyecto para sus pruebas en humanos, trabajan también en la creación de un prototipo que permita detectar el coronavirus de manera «rápida, eficiente y barata». Con un sistema novedoso, «sin precedentes en el mercado actual». Se trata de monitorear el virus con su receptor según un mecanismo electroquímico. «Lo que soñamos desarrollar es un aparato de mano que permita un diagnóstico rápido y de bajo coste, que pueda ser además de distribución masiva».
César de la Fuente se graduó en la primera promoción de biotecnológos de la Universidad de León en 2009, y en el Campus de Vegazana comenzó una brillante trayectoria investigadora que le llevó hasta el Massachusetts Institute of Tecnology (MIT), en el que aprendió los cimientos de la ingeniería informática, biología computacional y biología sintética que le han permitido programar y seleccionar organismos vivos, y después enseñar a los ordenadores a diseñar proteínas con capacidad antimicrobiana, capaces de matar bacterias. Un paso fundamental para producir nuevas medicinas, en su ambición de luchar contra las resistencias a los antibióticos que amenazan con acabar con los avances que implicó el descubrimiento de estos medicamentos.
Hasta llegar a la cátedra de Bioingeniería, Microbiología y Psiquiatría de la Universidad de Pensilvania, en la que trabaja actualmente. Además acaba de ser galardonado por la American Chemical Society con el Young Investigator Award, otro de los premios que le consolida como una de las grandes promesas de la investigación científica a nivel internacional.
La pandemia del coronavirus ha llevado a su equipo a investigar fórmulas de aplicación de sus investigaciones a luchar contra el Covid. El equipo de De la Fuente se encuentra ahora investigando nuevas terapias potenciales: «Estamos realizando un screen de moléculas que hemos desarrollado en el laboratorio, y que incluyen pequeñas proteínas, antibióticos, etc. Se trata de ver si son capaces de neutralizar el virus. De manera simultánea, estamos comprobando que las moléculas no son tóxicas. Si alguna funciona, la idea es testarlas en un modelo de ratón».
La peculiaridad de la investigación que llevan a cabo se centra en que que «la mayoría de las moléculas que estamos testando son proteínas minúsculas que tienen actividad contra bacterias. Queremos ver si estos compuestos también tienen actividad antiviral». Apunta además que «es importante recordar que las infecciones bacterianas pueden causar neumonías letales en el contexto de pandemias como la que vivimos hoy en día, con lo cual nos interesa continuar nuestro trabajo desarrollando antibióticos contra estas bacterias superresistentes. La hipótesis actual es que las proteínas minúsculas podrían neutralizar la estructura del virus interfiriendo con el proceso de entrada del virus en la célula humana (a través del receptor humano ACE2)».
La investigación del equipo del biotecnológo se suma a las propuestas para hacer frente a la pandemia. MOREIRA
Un proceso de neutralización que se «basa en erradicar al virus directamente. Es decir, la estructura de la cápsida del virus sería la diana». En todo caso, pensar en plazos para que este desarrollo pueda aplicarse en la práctica a humanos es complicado. «Es muy difícil poder predecir esto, aunque si se descubriese un nuevo medicamento prometedor el proceso de aprobación para uso en humanos seguro que se aceleraría, debido a la necesidad actual de curar Covid-19. En nuestra screen también estamos testando medicamentos aprobados por la FDA (Food and Drug Administration) que actualmente se usan en humanos. El concepto es que si estos funcionan, se podría acelerar aún más su implementación en la población».
La línea de investigación que desarrolla el equipo de César de la Fuente es la que ha seguido en buena parte de su carrera y su trabajo. «No debemos menospreciar a las bacterias. El mundo está azotado por multitud de microbios invisibles, y ahora se trata de contener como sea una pandemia que ha cambiado radicalmente la manera de relacionarnos, incluso de percibir el mundo».
El científico señala que esta pandemia recuerda a los efectos catastróficos de la gripe de 1918, que «diezmó a la población mundial y mató a 50 millones de personas». Sin embargo, incide en que «se calcula que el 95% de esas muertes finalmente no se debieron al virus en sí, sino a las neumonías causadas por las bacterias. La capacidad de éstas cuando actúan de forma conjunta con los virus es demoledora y letal». Señala también que entonces no había antibióticos. El primero, la penicilina, no apareció hasta diez años después. «Ellos permitieron que nos libráramos del terror de las bacterias, pero a veces no pueden controlar determinadas infecciones, ya que evolucionan y se modifican. Incluso se han hecho resistentes a los antibióticos. Ya Fleming en 1945 advirtió del peligro de esta resistencia en su discurso de aceptación del Premio Nobel».
Un siglo después de aquella gripe llega el SARS-CoV-2, con «una capacidad letal diez veces mayor que el virus de la gripe convencional. Mientras científicos de todo el mundo se centran en encontrar medicamentos de acción directa antiviral, y vacunas que prevengan infecciones futuras, no hay que olvidar que las bacterias pueden, nuevamente, cumplir un rol secundario en la pandemia actual. Y es que el virus se encarga de debilitar nuestras defensas y, como consecuencia, proporciona un terreno fértil y propicio para que las bacterias puedan colonizar nuestro cuerpo», señala De la Fuente.
Destaca que un estudio realizado en la provincia china de Wuham, donde se originó la pandemia, revela «que uno de cada siete pacientes hospitalizados con Covid-19 adquiere una infección secundaria (muchas de las cuales son causadas por bacterias resistentes a antibióticos), y el 50 % de estos pacientes muere como consecuencia de estas infecciones. La historia parece similar a la de la gripe de 1918. Sólo que desde entonces el conocimiento ha avanzado de forma exponencial. No sólo con antibióticos y vacunas, sino con el estudio de las enfermedades infecciosas y cómo se transmiten. Eso es básico para afrontar esta nueva guerra biológica, que requiere innovación constante».
Y ahí surge la que es una de las grandes preocupaciones del biólogo, y centro de buena parte de sus investigaciones. «En las últimas décadas no se han desarrollado nuevos tipos de antibióticos, y cada vez hay más bacterias resistentes a los que hay disponibles. Si no avanzamos en este campo, en menos de 30 años morirán 10 millones de personas al año por culpa de estas bacterias». De la Fuente se muestra optimista, cree que «la sanidad saldrá fortalecida para afrontar futuras pandemias»; pero advierte: «Ahora el escenario es casi de ciencia ficción, un mundo dirigido por un microbio invisible. Se está investigando muchísimo en él. Pero es crucial no menospreciar el papel de las bacterias, porque pueden agravar los efectos de la pandemia».
Fuente: Diario de León