La Universidad de Sevilla cuenta entre sus filas con una de las carreras más prometedoras del país en el ámbito del análisis geométrico, con un discurso de altavoz internacional. Se trata de Isabel Fernández, natural de Linares (Jaén), que tras distintas estancias de investigación en Río de Janeiro, París, Granada o Murcia, terminó por hacerse un merecido hueco en la Hispalense.
Su objeto de estudio se encuadra dentro de lo que se conoce como «investigación básica». Es decir, aquella que no se hace con una aplicabilidad inmediata, sino que trata de dar respuesta a problemas naturales, a inquietudes sobre cómo funcionan las cosas, cuya solución, sin esperarlo, tiene aplicación en otros ámbitos. Con más concreción, Fernández indaga sobre cómo dividir un cuerpo de forma óptima en ciertas situaciones (problema de la patata de Conway) o cómo clasificar ciertas superficies cuyas curvaturas satisfacen lo que se conoce como «una relación de Weingarten». Para el profano, estas descripciones seguro pecan de abstractas. La propia Isabel lo experimenta cada inicio de curso cuando se dirige a sus alumnos de Ingeniería Informática, a los que siempre pide un esfuerzo extra para sentar las bases de un conocimiento que, posteriormente, les abrirá «puertas» técnicas.
Su dualidad como investigadora y docente, un equilibrio para ella deseable dada la naturaleza del sistema universitario español, la hace consciente de que el relevo generacional en la investigación es incierto. No por ausencia de cantera (tres estudiantes de la US se han hecho con el podio del último campeonato mundial de Matemáticas), sino por falta de incentivos que les permitan desarrollarse aquí y no en el extranjero.
En ese aspecto Fernández, que es doctora en Matemáticas, admite cierta suerte al lograr una plaza estable antes de «los recortes». Al sumarle trabajo duro y talento, la suya es una imagen alentadora de que es posible para la mujer científica romper el techo de cristal y realizarse conciliando lo familiar. Con matices, eso sí. A sus 40 años Isabel es madre de una niña de 8 y un niño de 6 y, aunque tuvo facilidades laborales para su crianza, ahora vive un curioso contrarreloj para recuperarse del parón investigativo. Amén de la culpabilidad innata en las madres perfeccionistas.
Entre todo ese bagaje personal no se puede pasar por alto que fue la primera mujer española (2009) en dar una ponencia en el congreso más importante de Matemáticas a nivel mundial, el ICM; la Real Sociedad Matemática Española cuenta con su sapiencia en su Junta de Gobierno y además ejerce como secretaria del IMUS de Sevilla. Por si toda su labor divulgativa no fuera suficiente, forma parte de una obra teatral grupal para escolares con la que busca visibilizar el papel femenino en la ciencia. Interpreta a Hipatia de Alejandría. Un paralelismo que, quien sabe, tal vez trascienda el escenario.
Fuente: Diario ABC