Entrevista de Juan Luis Pavón en El Correo de Andalucía a José Luis Salmerón Silvera. Catedrático de Data Science de la Universidad Pablo de Olavide.
Por sus logros en inteligencia artificial aplicada a la salud ha sido elegido para formar parte de un grupo internacional de expertos que elabore un modelo con el fin de afrontar mejor la gestión de los recursos en la lucha contra el coronavirus durante los próximos años.
El teletrabajo forma parte desde hace muchos años de la vida cotidiana de José Luis Salmerón, por la dimensión nacional e internacional de sus investigaciones en inteligencia artificial aplicada. En relación, por ejemplo, con universidades de Estados Unidos, Canadá, Chile o República Checa, bancos como el BBVA o empresas como Tessella, que desde hace escasas fechas cuenta con él como Asesor Principal de su World Class Center Analytics desde España. El Instituto Canadiense de Investigación en Salud, organismo del Ministerio de Sanidad de Canadá, lo ha seleccionado para formar parte de un grupo de expertos que trabaje en aportar un modelo de sistema de inteligencia artificial como soporte a afrontar mejor la gestión de los recursos en la lucha contra el coronavirus. “Ahora estamos en una fase preliminar pidiendo muchos datos a la Organización Mundial de la Salud y a otros organismos y entidades, y recopilándolos, siendo conscientes de que es una situación cambiante. Si conseguimos mucha información de calidad, podremos ampliar ese objetivo”, nos comenta durante la videoentrevista a través de ordenador.
José Luis Salmerón nació en Huelva hace 52 años y reside desde el año 2000 en Sevilla, en el barrio de Los Remedios, desde que empezó a trabajar en la Universidad Pablo de Olavide, primero profesor y después catedrático en el área de Sistemas de Información e Informática de Gestión. Es vicepresidente de la Asociación Internacional de Sistemas Grises y Análisis Incierto.
¿Cuándo le ofrecieron participar en esa investigación aplicada a la crisis del coronavirus?
Me llamaron hace mes y medio desde el Canadian Health Research Institute, por entonces el coronavirus empezaba a extenderse fuera de China. Han elegido a investigadores de Canadá, de Estados Unidos y de otros países. Creo que soy el único español. Estaba previsto que trabajáramos juntos en Ginebra (Suiza) durante el mes de junio, allí está la sede principal de la Organización Mundial de la Salud. Pero, viendo la creciente restricción del tráfico aéreo entre Norteamérica y Europa, creo que lo haremos por videoconferencia conjunta.
¿Por qué le han elegido?
He colaborado bastante con investigadores de Canadá en proyectos de inteligencia artificial aplicada a la medicina. Unos de inteligencia artificial explicativa, otros para medicina de urgencias, etc. Por ejemplo, la aplicación de inteligencia artificial en la evaluación de diagnósticos de patologías como la artritis reumatoide, para que los sistemas informáticos agilicen y hagan más eficiente la atención primaria. El mundo de la inteligencia artificial en el campo de la medicina es prácticamente infinito, porque cada enfermedad, también el coronavirus, tiene muchas fases, de contagio, de tratamiento,… y cada una de las fases tiene sus problemas. Y cada problema es susceptible de una solución o varias con inteligencia artificial. Sobre todo han contado conmigo desde la McGill University, de Montreal, y desde la Laval University, de Quebec. Otro ejemplo: Con una doctoranda de la Olavide, Irina Arévalo, hemos terminado un trabajo, que está a la espera de publicarse en una revista científica, sobre cómo generar un modelo de inteligencia artificial más eficiente para el diagnóstico en cáncer. Se ha hecho usando bases de datos de diversos hospitales, pero sin disponer ni difundir la identidad de los pacientes.
¿Echa en falta en España lo que ha hecho Corea del Sur para que toda su población afronte la prevención del coronavirus teniendo aplicaciones en sus teléfonos móviles?
He visto algo al respecto y es muy interesante lo que han logrado. La información es poder. Cuando el ciudadano tiene información buena sobre lo que realmente ocurre a su alrededor, puede actuar en consecuencia. En España, y no quiero señalar a nadie en concreto, hay poderes públicos que no confían demasiado en el ciudadano. Consideran que hay que protegerlo de la información. Y yo creo que cuanto más sepamos, más racionalmente y más coherentemente podemos funcionar individual y colectivamente.
¿El impacto de la catastrófica crisis sanitaria y económica del coronavirus va a cambiar las prioridades en España y por fin lo serán la ciencia y la innovación?
¡Ojalá!. Que seamos una sociedad y un país organizado para ser fuertes en los factores más estratégicos. La crisis del coronavirus también va a evidenciar la debilidad de nuestra economía al basarse en industrias como el turismo. Y España tiene mucho que dar al mundo en investigación y ciencia, porque hay muchísimos profesionales muy buenos. Cuanto más contacto tengo con empresas, más lo voy viendo. Hay españoles buenísimos a los que numerosas veces no se les valora. Grandes profesionales a los que se podría aprovechar. En España tenemos gente brillante, de genialidad, a la que no se cuida, mientras que en otros países tienen mucha gente muy bien organizada y basan sus logros en su capacidad organizativa.
Un ejemplo que le gustaría ver materializado en España.
Alemania es una gran potencia porque tiene entidades como el Instituto Fraunhofer que solo se dedica a investigación aplicada, no a formación, y cuenta con tales medios que puede dedicar mil investigadores a una sola temática.
¿Cuáles son sus orígenes personales?
Mis raíces están en Huelva. Mi padre ya está jubilado, era un empleado de la Empresa Nacional de Celulosas (ENCE) y, gracias a su gran capacidad de trabajo y aprendizaje, aunque no tenía una carrera superior llegó a ser el encargado del mantenimiento mecánico de toda la fábrica de Huelva. Mi madre siempre ha ejercido de ama de casa, se encargaba de mi hermano y de mí, yo soy el mayor de los dos. Estudié en el Colegio Funcadia, de los jesuitas. Algunos de mis amigos fueron compañeros de clase allí desde los cinco años de edad.
¿Qué le encaminó hacia la informática?
Tengo dos carreras y dos doctorados porque inicialmente elegí hacer Económicas, pensaba que era lo mejor a nivel profesional. Y en quinto curso estaba la asignatura de Informática de Gestión. Ahí descubrí el mundo de la informática y me apasionó. Con los ahorros de mis primeros trabajos temporales me compré un ordenador y empecé a participar en proyectos de investigación. Y al acabar Económicas decidí matricularme en la carrera de Ingeniería Informática. Saqué muchas mejores notas en la segunda que en la primera, lo viví con más espíritu vocacional.
¿Cuál fue su primera experiencia laboral?
En Caja Huelva, haciendo una sustitución de verano como cajero en una de sus sucursales bancarias. Tiempo después trabajé como gerente en el Colegio de Economistas en Huelva. Hasta que me centré en plantearme retos mayores en mi desarrollo profesional, dejé ese empleo para dedicarme a fondo al segundo doctorado y aspirar a una plaza de profesor universitario. La primera a tiempo parcial la conseguí en Sevilla. Recuerdo el sueldo, 45.000 pesetas al mes. Después estuve tres años en la Universidad de Huelva y en el año 2000 pude promocionar a una plaza mejor en la Universidad Pablo de Olavide, donde sigo trabajando como catedrático a tiempo completo, además de mis colaboraciones con empresas a través de convenios de transferencia tecnológica que se articulan con mi universidad.
¿Y su primera actividad internacional?
En la Texas Tech University, en la ciudad tejana de Lubbock. Nunca podré olvidar que el 11 de septiembre de 2001, a las tres de la tarde, estaba tramitando mi visado en Madrid, dentro de la Embajada de EEUU en España, cuando vi en un televisor los atentados contra las Torres Gemelas en Nueva York. Tenía los billetes de avión para volar al día siguiente. Tras una semana de cancelación, pude viajar en avión a EEUU el 20 de septiembre. Mi periodo de tres meses como investigador en su Departamento de Sistemas de Información y Ciencias Cuantitativas fue muy interesante aunque el momento no era el idóneo. Descubrí una forma diferente de trabajar, más colaborativa, más abierta, y también más competitiva.
¿Siempre ha tenido predisposición por la colaboración Universidad-Empresa?
Sí, porque, como ingeniero, me gusta solucionar problemas. Siempre enfoco mis investigaciones y proyectos a su aplicación efectiva en el mundo real. Además, esa transferencia le reporta ingresos a mi universidad. Por ejemplo, con la empresa GEA21, y a través de la Corporación Tecnológica de Andalucía, elaboré un modelo de inteligencia artificial para gestionar los datos y, mediante lógica difusa, mejorar la estimación de impacto ambiental en los estudios que se hacen para la realización de cualquier gran obra de ingeniería civil (carreteras, embalses,…). Para Endesa Ingeniería participé en elaborar un modelo de eficiencia energética para la construcción de edificios. Para una empresa de tiendas diseñé un algoritmo que les permitiera comprar de modo más equilibrado qué productos debían tener para abastecer a sus establecimientos comerciales, al ser productos cuya venta depende mucho de las tendencias, y teniendo en cuenta los diversos factores que influyen de modo distinto en el rendimiento de cada tienda.
¿Qué es Tessella, donde ha empezado a colaborar?
Es una empresa centrada en analítica avanzada e inteligencia artificial. Fue fundada desde la Universidad de Oxford. La compró Altran, multinacional tecnológica francesa. Tessella forma parte de lo que llaman los World Class Center Analytics, yo estoy vinculado al que tienen en España y lidero como asesor senior la vertiente científico-técnica de algunos proyectos, mediante acuerdo de transferencia tecnológica desde la Universidad Olavide con ellos. Y hace escasos días se ha confirmado que Capgemini ha adquirido Altran, por lo que ahora mi vinculación es con un grupo empresarial francés aún mayor. Desde Altran, contactaron conmigo para que trabajara con ellos en un proyecto de investigación y desarrollo en inteligencia artificial para Airbus que es técnicamente bastante complejo.
Cuando se integra en equipos de trabajo para proyectos en temáticas tan distintas como la obra civil, la medicina, la aeronáutica, el comercio, ¿cómo adquiere los conocimientos sobre un sector o actividad en concreto?
Cuando yo afronto un problema, normalmente no soy el experto en ese sector. Yo no soy médico, ni ingeniero de caminos, ni lo pretendo. Siempre trabajo a fondo con un interlocutor, de esa empresa, o de ese hospital, para llegar a entender la parte del problema que necesito saber para darle una solución desde el ámbito de la inteligencia artificial. Además, busco publicaciones de expertos de mi propio campo que hayan trabajado en algo similar. Busco qué soluciones se le han dado a problemas similares, si los hay.
¿Todo va a estar organizado mediante modelos de inteligencia artificial?
Es una pregunta que se hace mucha gente. Un sistema de inteligencia artificial bien entrenado es capaz de decirte inmediatamente haz esto o haz aquello. Y vamos a estar relacionándonos con máquinas que no sabemos por qué hacen lo que hacen, porque muchos algoritmos son ‘cajas negras’ cuyo funcionamiento solo es entendible por un científico de datos. De ahí nace un proyecto de inteligencia artificial explicable que he hecho recientemente para una entidad financiera. Con el fin de cumplir la normativa europea que impide denegar un préstamo a una persona si no es capaz de explicarle por qué. Es decir, un algoritmo, que no te da ninguna explicación, no puede denegar un servicio financiero.
¿Y cómo se resuelve?
He desarrollado un algoritmo para que a cada persona se le pueda explicar objetivamente por qué no le dan el préstamo, y comparándolo con una especie de gemelo artificial conformado solo por datos, que fuera el conjunto de datos más parecido posible, al que sí se le concede el préstamo. Y que eso permita mostrar la diferencia en variables como renta, gastos, etc.. Es un avance que permite orientar al cliente para señalar qué debe hacer en cada variable para conseguir sus metas.
¿Cómo se introduce la ética en la inteligencia artificial para evitar sesgos de género, raciales, ideológicos, socioecónomicos,…?
Es una tendencia actual muy importante, respaldada por la normativa europea de protección de datos. Además del proyecto de inteligencia artificial explicable que he comentado, también participé en uno sobre sesgo y justicia. Porque existen sesgos en los modelos y los datos que no generan injusticia, pero causan que las métricas no funcionen bien. Para anticiparnos a cuestiones como la siguiente: Si a un porcentaje de hombres se les deniega el préstamo, ¿debería negarse o no en la misma proporción a mujeres del mismo nivel económico y que tienen condiciones similares? Se establece un algoritmo para evitar que haya discriminación por ese factor.
¿Qué nos aguarda en la transformación digital de la banca?
El sector bancario está introduciendo la tecnología a niveles impresionantes. Cada banco va a tener un corazón de inteligencia artificial y es el que va a decidir, obviamente con la dirección de técnicos, pero va a hacer toda la operativa. Por eso es constante la reestructuración de sus servicios tradicionales, la red de sucursales ya no produce apenas negocio bancario. El Instituto de Empresa ha contado conmigo para que este verano imparta un curso internacional online, en inglés, sobre la revolución tecnológica en las finanzas.
Acostumbrarnos a que otros piensen y decidan por nosotros siempre ha sido un gran riesgo. ¿Cómo va a influir en las capacidades mentales de los seres humanos que deleguemos mucho en la inteligencia artificial?
El peligro es que deleguemos parte de nuestra capacidad cognitiva a los sistemas. Todo lo que no se usa, se atrofia. Y que nos volvamos dependientes, en cierto grado, de las máquinas, e incurramos en el futuro en una especie de minusvalía cognitiva. Por eso hay un enfoque en boga, lo que se llama inteligencia artificial aumentada. Te da una capacidad para llegar más allá de lo que el humano puede hacer físicamente. Por ejemplo, con realidad aumentada. Ese enfoque es interesante. Pero todo lo que sea volvernos perezosos en las capacidades que ya tenemos, a corto plazo no se notará, pero a medio o largo plazo puede significar que nos relajemos tanto que dejemos de tener esas capacidades y que nos volvamos dependientes de las máquinas.
Muchos informes señalan que hay gran escasez de expertos en ciencia de datos, el ‘data science’, y están muy demandados. ¿Le llegan muchas propuestas para ficharle?
Es frecuente encontrar en mi buzón digital ofertas de trabajo, desde Berlín, Londres, etc., Me agrada ese interés. Mi intención es seguir en la Olavide y concretar algunos de esos ofrecimientos en proyectos de colaboración. Porque la mayoría de las propuestas son para irme a trabajar y vivir fuera de modo permanente. En la ley española de universidades la opción de conseguir una excedencia es una porquería, y solo para dos años. Y para solo dos años, no me cambio. Si fuera para diez años, sí me lo plantearía.
¿También le llegan propuestas desde el sector empresarial andaluz?
Cuando empecé en Sevilla no encontraba interés en investigaciones aplicadas, y decidí buscar sobre todo en Madrid, donde hay muchísimas empresas y, aunque haya competencia, son mayores las posibilidades de acordar a través de la universidad proyectos de transferencia de tecnología.
A su juicio, ¿cómo ha evolucionado la sociedad sevillana durante los veinte años que forma parte de ella?
Poco a poco se está convirtiendo en una sociedad con identidad más abierta, internacional y cosmopolita, y eso es bueno. Cuando llegué en el año 2000 era demasiado tradicional. Ahora su juventud tiene más interés en entender el mundo y en participar en él. Eso es compatible con tener muy presentes sus fiestas. A mí me encanta la Feria.
Fte: El Correo de Sevilla